Dios - Dios (2000)

Si son tan guapos de llamarse Dios, a ver cómo se la bancan.

Supongo que algo así fue lo que me llevó a conocer este disco de Tomás Nochteff (bajo), Pedro Amodio (voz) y Javier Aldana (batería), por lo menos 9 años después de que se editara.

Es uno de esos discos que me gustó desde la primera vez que lo escuché. Un disco hipnótico, repetitivo, con una batería y un bajo que patean la cabeza ante la ausencia de un colchón de guitarras que suavice un poco la crudeza.

Pero sin duda lo que más me cautivó fue esa entonación, ni siquiera desafinada, hablada, de Pedro Amodio, y esa desesperanza noventosa en las letras y en la manera de decir.

Dios, que podría haber musicalizado a los recorridos de Polosecki sin desentonar, hace un relato subterráneo de la Buenos Aires de los 90, metiéndose en rincones, en baños públicos, en calles agitadas, siempre de noche, siempre tremendo, como un amigo pesimista que nos habla de lo peor de cada situación. Incluso cuando hay alegría, cuando hay fiesta o amor, son relatados de una manera que parece decirnos: nos divertimos, y mañana, otra vez, la vida de siempre, nos sacará la piel.



¡Cayó el campeón, cayó el campeón!